Cuentos
de Eduardo Galeano
El
mar
Diego
no conocía la mar. El padre Santiago Kovadloff lo llevo a
descubrirla.
Viajaron
al sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos,
esperando. Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas
cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y su fulgor, que el niño
quedo mudo de hermosura. Y cuando por fin consiguió hablar,
temblando, tartamudeando pidió a su padre: -¡Ayúdame a mirar!
Los
colores:
En
algún lugar del tiempo, más allá del tiempo, el mundo era gris.
Gracias los indios ishir, que robaron los colores a los dioses, ahora
el mundo resplandece; y los colores del mundo arden en los ojos que
los miran.
Ticio
Escobar acompaño a un equipo de la televisión española, que vino
al Chaco para filmar escenas de la vida cotidiana de los ishir. Una
niña indígena perseguía al director del equipo, silenciosa sombra
pegada a su cuerpo, y lo miraba fijo a la cara, de muy cerca, como
queriendo meterse en sus raros ojos azules.
El
director recurrió a los buenos oficios de Ticio, que conocía a la
niña, y la muy curiosa le contesto:
-Yo
quiero saber de que color mira usted las cosas.
-Del
mismo que tú – sonrió el director.
-¿
y cómo sabe usted de qué color veo yo las cosas?
Eduardo
Galeano
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